Pintura
Paso sin ver 2012
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Guadalajara, Enero de 2011
Francisco Javier Ibarra

La más reciente serie de cuadros de la artista Lorenza Aranguren -serie pictórica nacida de una insondable vocación de conjunto-, representa desde su título toda una provocación, una sensual arremetida más que una intervención artística, un cuestionamiento ético y estético, una voz nada abstracta que clama en el desierto de lo supuestamente invisible, un desafío con todas sus letras y con todas sus capas de pintura: "Paso sin Ver".

En este ejercicio de su consumada manifestación artística, Lorenza Aranguren transforma a la pintura en un medio para acercarse, para tentativamente aproximarse -a través del lenguaje contemporáneo del arte- a una reflexión de la condición humana en el mundo actual. Su pintura no alude, no representa, no alegoriza, sino que sencillamente ve el mundo. Pero un mundo que parece ciego por convicción propia, o al menos no dispuesto a ejercer la suprema responsabilidad, el compromiso, la libertad y la complicidad que implica realmente ver.

En cada uno de los cuadros de este conjunto pictórico a los que sería inicuo y poco sensible calificarlos como abstractos, irrumpen en todas direcciones las veladuras que funcionan a la perfección como un vehículo de la transparencia y la visibilidad, las composiciones en claroscuro, los vuelos arrebatados de la gama de grises, o las incisivas tonalidades blancas y negras. Nada queda de aquellos vigorosos colores, del virtuosismo cromático, de los antiguos cuadros y series de Lorenza Aranguren. Como si tuviera que haberse despojado de ellos, de su confortable y retórico manto protector, para poder ver –acaso ver con los ojos de las manos y del espíritu, con los eternos ojos del arte- y alcanzar ahora una epifanía, una nueva visión, un momento de deslumbramiento: la intensidad poética de su pintura.

En este sentido, "Paso sin Ver" se convirtió en toda una experiencia, casi alquímica, al interior del templo de la mirada, de los poderes expresivos de la pintura.

A contracorriente de un mundo en el que, como diría el laureado novelista portugués José Saramago, "estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven"; y de un mundo en el que también las imágenes se han convertido en un incesante bombardeo, una saturación cotidiana y una omnipresente dictadura de lo políticamente correcto, pero imágenes que en todo momento se niegan a vernos y a que nos veamos tal cual somos –es decir, a ver el mundo real- y que sólo responden a la ciega lógica de su presentación y representación….

Frente a tales realidades contemporáneas, Lorenza Aranguren decidió pintar con los ojos vendados cada uno de estos cuadros, tomar el acrílico y la cera para esgrafiar las telas, tomar a ciegas los pinceles, las espátulas, los botes con pintura, y plasmar toda su rabia, su impotencia, su "ceguera", sus reflexiones, su pasión crítica, sus ganas de decir, para convertirlas en una múltiple transfiguración que gozosamente salta a la vista: lienzos que arrojan luz hacia nosotros y nos quitan ciertas vendas, nos revelan, y nos siembran la semilla de la rebelión, con el fin de que veamos la vida y el mundo actual con nuestros propios ojos, para que veamos lo verdaderamente importante, lo que está frente a nosotros, lo que está a nuestro lado, lo que casi siempre no queremos mirar, lo que pasamos sin ver, ya sea de una manera real o metafórica.

Con esta inquietante serie pictórica, donde se reúnen veinte piezas de diversos formatos, Lorenza Aranguren confirma sus desafíos estéticos, su visión artística contemporánea, su reflexión en torno a la condición humana. Sin duda, esta experiencia transfiguradora también se replica en quien observa sus cuadros, ya que sus pinturas constituyen un viaje iniciático en el que nos invita a volver a mirar, a contemplar; nos incita a ir más allá de lo evidente, de los prejuicios, de los visibles paisajes del egoísmo, de la ceguera cotidiana; en una palabra, Lorenza Aranguren nos muestra, con sus irreverentes cuadros, un camino para ver más allá.